“El público, ¿soberano?”

Qué el fútbol profesional está rodeado de grandes tópicos es una realidad. Tanto es así, que se pueden leer y escuchar frases del tipo “solo nos vale ir partido a partido”, “cada partido es una final”, “para ganar hay que sufrir” o, el que nos ocupa en estos días, “el público es soberano”.

Ante esto, me pregunto “si voy al cine y la película no se ve bien, ¿tengo derecho a insultar o a ir a otra sala e impedir que se pueda ver la película en señal de protesta, tan solo por pagar una entrada?”, entiendo que puedo no, tan se podrá pedir una solución, pero jamás hacerlo faltando el respeto o incomodando a otros.

Pues bien, ¿por qué en el fútbol si está asumido que el aficionado, por el mero hecho de pagar una entrada o comprar un abono para ver a su equipo en el estadio, tenga absoluta potestad para manifestar su opinión de la manera que considere oportuna? Simplemente por el mito de “el público es soberano”.

Permítanme decir que nadie es soberano por comprar un artículo, una entrada para el cine o para ver un partido de fútbol.

Sin embargo, el problema va más allá de esto, y es que el CD Tenerife está viviendo una situación límite a nivel deportivo y, porque no, también institucional. Una situación que no solo afecta a aquellas personas objeto de las críticas semanales, sino, también, a tantas otras que no se ven pero que, quizás, “el poder llenar la nevera” dependa de los ingresos que les proporciona dicha entidad y que teman, más que nadie, el descenso de categoría.

Así, la realidad es que, para bien o para mal, los que han de intentar evitar ese descenso de categoría son una serie de personas, con nombres y apellidos, con familias, con amigos, con deseos e inquietudes…es decir, los jugadores y el cuerpo técnico que han de soportar comentarios despectivos, juicios de valor sobre si son mejores o peores profesionales e, incluso, la imposibilidad de realizar su trabajo en las mejores condiciones.

Sin lugar a dudas, no es el mejor escenario posible para los jugadores ni para el cuerpo técnico, porque más allá de los resultados deportivos, algo totalmente incontrolable, son personas y para que puedan tener un rendimiento óptimo que les permita exponer en el campo todas sus cualidades, es clave cuidar a la persona y, sinceramente, muchas veces creo que al futbolista, solo por tener esa profesión, se le “despersonaliza”, apareciendo otro tópico que dice “eso va en el sueldo, con lo que cobran, que se aguanten”. 

Por ello, el club ha decido hacer los entrenamientos a puerta cerrada, lógico tras los hechos acontecidos, pero una lástima, al fin y al cabo. Porque qué bonito, ilusionante, positivo sería que las peñas y resto de aficionados que lo deseen acompañarán al equipo en algún entrenamiento estando en las gradas del Heliodoro apoyando, animando, mostrando su apoyo incondicional por encima del resultado a esas personas que son los primeros que quieren mejorar la situación y que precisan, si o si, de que su estado anímico vaya en la línea de la autoconfianza, de la seguridad, de la valentía, de la lucha por ganar todos los duelos individuales en cada parte del campo, de la determinación para lograr lo que quieren, de la concentración durante 93 minutos, desde la fortaleza como equipo y desde la UNIÓN JUGADORES-CUERPO TÉCNICO-AFICIÓN.

Todo esto es viable si los jugadores se logran centrar en las acciones que cada uno ha de hacer para ganar el partido que es lo único que pueden controlar y si la afición solamente apoya y anima independientemente de lo que esté pasando en el campo, de ahí el eslogan “la fuerza del Heliodoro”.

Rubén Rodríguez Rodríguez, psicólogo deportivo